El diclorometano (cloruro de metileno) es muy volátil y en las zonas mal ventiladas pueden acumularse grandes concentraciones atmosféricas capaces de provocar la pérdida de consciencia de los individuos expuestos. Sin embargo, esta sustancia tiene un olor dulzón detectable a concentraciones superiores a 300 ppm, por lo que es fácil percibir su presencia antes de que se alcancen concentraciones con efectos agudos. Aunque no se disponen de datos suficientes en el hombre, la IARC ha considerado que existen datos suficientes en animales como para clasificar al diclorometano como posible carcinógeno humano.
Se han dado casos de intoxicación mortal en trabajadores que entraron en espacios cerrados donde existían altas concentra- ciones de diclorometano. Uno de estos casos mortales se produjo durante la extracción de una oleorresina por medio de un proceso en el que la mayoría de las operaciones se realizaron en un sistema cerrado. Sin embargo, el trabajador se intoxicó por los vapores que escapaban por el respiradero interno de suministro del tanque y por los filtros. Se comprobó que la pérdida de diclo- rometano del sistema alcanzaba los 3.750 litros semanales.
El diclorometano ejerce su principal acción tóxica en el sistema nervioso central, produciendo narcosis y, a concentraciones altas, efectos anestésicos que se evidencian por una intensa fatiga, mareo, sopor e incluso inconsciencia. El margen de seguridad entre estos efectos graves y otros de menor importancia es muy pequeño. Los efectos narcóticos provocan pérdida de apetito, cefalea, mareo, irritabilidad, estupor, entumecimiento y hormigueo en las extremidades. La exposición prolongada a las concentraciones narcóticas más bajas puede producir, después de un período de latencia de varias horas, disnea, tos seca e impro- ductiva con intenso dolor y, posiblemente, edema pulmonar. Algunos autores han observado también alteraciones hemáticas, con disminución del recuento de hematíes y del nivel de hemoglobina, así como congestión local de los vasos cerebrales y dilata- ción cardíaca.
Con todo, la intoxicación leve no parece producir ninguna discapacidad permanente y la toxicidad hepática potencial del diclorometano es mucho menor que la de otros hidrocarburos halogenados (en especial, el tetracloruro de carbono), si bien los resultados de los experimentos con animales son contradictorios a este respecto. El diclorometano rara vez se utiliza en estado puro, mezclándose a menudo con otros compuestos que sí ejercen un efecto hepatotóxico. Ya en 1972 se demostró que las personas expuestas a diclorometano presentan concentraciones elevadas de carboxihemoglobina (10 % una hora después de la exposición durante dos horas a 1.000 ppm de diclorometano y 3,9 %
17 horas más tarde) debido a la conversión endógena del dicloro- metano en monóxido de carbono. En aquella época, la exposi- ción a concentraciones de diclorometano que no superaran una media ponderada en el tiempo (TWA) de 500 ppm podría dar lugar a un nivel de carboxihemoglobina superior al permitido para el monóxido de carbono (un 7,9 % de COHb es el nivel de saturación correspondiente a una exposición a 50 ppm de CO); y
100 ppm de diclorometano producirían el mismo nivel de COHb
o la misma concentración de CO en el aire alveolar que 50 ppm de CO.
El contacto directo con esta sustancia puede provocar irrita- ción de la piel y los ojos, pero los principales problemas indus- triales que ocasiona la exposición excesiva son los síntomas de embriaguez y descoordinación que produce la intoxicación por diclorometano, y los actos inseguros y los consiguientes acci- dentes que pueden provocar estos síntomas.
El diclorometano atraviesa la barrera placentaria y puede detectarse en los tejidos del embrión tras la exposición de la madre. También se excreta en la leche materna. En la actua- lidad, no se dispone de datos suficientes sobre su toxicidad reproductiva.
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