Los éteres de bajo peso molecular (metílico, dietílico, isopropílico, vinílico y vinilisopropílico) son altamente inflamables, con puntos de ignición por debajo de las temperaturas ambientales normales. En consecuencia, exigen la adopción de medidas para evitar la liberación de vapores en áreas donde puedan existir fuentes de ignición. Entre otras medidas de control, deben eliminarse todas las fuentes de ignición en las zonas donde puedan acumularse concentraciones apreciables de vapores de éter durante las operaciones normales, como el secado de hornos, o cuando pueda producirse la liberación accidental del éter, ya sea en forma líquida o gaseosa.
Al almacenarlos durante períodos prolongados en presencia de aire o bajo la acción de la luz solar, los éteres pueden formar peróxidos, con el consiguiente peligro de explosión. En los laboratorios, los recipientes de vidrio ámbar confieren protección, excepto frente a la radiación ultravioleta o la luz solar directa. Los inhibidores del tipo de la malla de cobre o la adición de una pequeña cantidad de un agente reductor no siempre son eficaces. Si no se necesita un éter seco, puede añadirse agua hasta un 10 % del volumen de éter. La agitación con sulfato ferroso al 5 % elimina los peróxidos. La característica toxicológica principal de los éteres no sustituidos es su efecto narcótico, pudiendo provocar pérdida de consciencia cuando la exposición es considerable y, como buenos disolventes de grasas que son, provocan dermatitis por contacto repetido o prolongado con la piel. La exposición a concentraciones excesivas puede evitarse recurriendo al confinamiento y a la ventilación. Las cremas protectoras y los guantes impermeables ayudan a evitar la irritación cutánea. En caso de pérdida de consciencia, debe retirarse a la persona afectada del
lugar contaminado y proporcionarle respiración artificial y oxígeno.
El principal efecto fisiológico de los éteres no halogenados que aparecen en las tablas adjuntas es la anestesia. Las exposiciones repetidas a concentraciones superiores a 400 ppm de éter etílico producen irritación nasal, inapetencia, cefalea, mareo y excitación, seguidos de somnolencia. El contacto repetido con la piel puede secarla y agrietarla. Se han descrito algunos casos de trastornos mentales como consecuencia de exposiciones prolongadas.
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