La acroleína es un contaminante atmosférico común liberado por los humos de escape de los motores de combustión interna, que contienen distintos tipos de aldehídos. La concentración de acroleína aumenta cuando se utilizan gasoil o fueloil. Asimismo, la acroleína se encuentra en cantidades considerables en el humo del tabaco, no solo en la fase particulada del humo, sino también, y en mayor cantidad, en la fase gaseosa. Junto con otros aldehídos (acetaldehído, propionaldehído, formaldehído, etc), alcanza una concentración tal (entre 50 y 150 ppm) que parece ser uno de los aldehídos más peligrosos del humo del tabaco. Por tanto, la acroleína representa un posible riesgo profesional y medioambiental.
La acroleína es tóxica y muy irritante, y su elevada presión de vapor puede dar lugar a la rápida acumulación de concentraciones atmosféricas peligrosas. Sus vapores provocan lesiones en el tracto respiratorio y, junto con la forma líquida, lesiones oculares. El contacto con la piel produce quemaduras graves. La acroleína se detecta fácilmente gracias a sus excelentes
propiedades de advertencia, puesto que provoca irritación grave a concentraciones que no representan un riesgo agudo (su potente efecto lacrimógeno a concentraciones muy bajas en la atmósfera (1 mg/m3) obliga a las personas a salir del lugar contaminado en busca de equipos protectores). En consecuencia, es más probable que la exposición sea el resultado de fugas o derrames de tuberías o recipientes. Sin embargo, es posible que algunos efectos crónicos graves, como el cáncer, no se eviten del todo.
La inhalación constituye el riesgo más grave. Causa irritación de nariz y garganta, opresión torácica, dificultad respiratoria, náuseas y vómitos. El efecto broncopulmonar es muy grave; aunque la víctima se recupere de una exposición aguda, sufrirá secuelas radiológicas y funcionales permanentes. Experimentos con animales indican que la acroleína tiene acción vesicante, destruyendo la mucosa del tracto respiratorio de forma que la función respiratoria queda totalmente inhibida en el plazo de 2 a 8 días. El contacto repetido con la piel puede causar dermatitis, y se ha observado sensibilización de la piel.
El descubrimiento de las propiedades mutagénicas de la acroleína no es reciente. Rapaport lo observó ya en 1948 en Drosophila. Se han realizado investigaciones para determinar si el cáncer de pulmón, cuya conexión con el hábito de fumar es indiscutible, podría estar relacionado con la presencia de acroleína en el humo, y si ciertas formas de cáncer del aparato digestivo que se han relacionado con la absorción de aceites para cocinar quemados se deben a la acroleína contenida en dichos aceites. Recientes estudios han demostrado que la acroleína es mutagénica para ciertas células (Drosophila, Salmonella, algas como Dunaliella bioculata) pero no para otras (levaduras tales como Saccharomices cerevisiae). En los casos en que la acroleína es mutagénica para una célula, se observan cambios estructurales en el núcleo similares a los causados por los rayos X en las algas. También produce distintos efectos en la síntesis de ADN por interferencia con ciertas enzimas.
La acroleína inhibe eficazmente la actividad de los cilios de las células bronquiales, cuya misión es mantener limpio el árbol bronquial. Este hecho, sumado a la acción favorecedora de la inflamación, hace muy probable que la acroleína pueda causar lesiones bronquiales crónicas.
La acroleína es tóxica y muy irritante, y su elevada presión de vapor puede dar lugar a la rápida acumulación de concentraciones atmosféricas peligrosas. Sus vapores provocan lesiones en el tracto respiratorio y, junto con la forma líquida, lesiones oculares. El contacto con la piel produce quemaduras graves. La acroleína se detecta fácilmente gracias a sus excelentes
propiedades de advertencia, puesto que provoca irritación grave a concentraciones que no representan un riesgo agudo (su potente efecto lacrimógeno a concentraciones muy bajas en la atmósfera (1 mg/m3) obliga a las personas a salir del lugar contaminado en busca de equipos protectores). En consecuencia, es más probable que la exposición sea el resultado de fugas o derrames de tuberías o recipientes. Sin embargo, es posible que algunos efectos crónicos graves, como el cáncer, no se eviten del todo.
La inhalación constituye el riesgo más grave. Causa irritación de nariz y garganta, opresión torácica, dificultad respiratoria, náuseas y vómitos. El efecto broncopulmonar es muy grave; aunque la víctima se recupere de una exposición aguda, sufrirá secuelas radiológicas y funcionales permanentes. Experimentos con animales indican que la acroleína tiene acción vesicante, destruyendo la mucosa del tracto respiratorio de forma que la función respiratoria queda totalmente inhibida en el plazo de 2 a 8 días. El contacto repetido con la piel puede causar dermatitis, y se ha observado sensibilización de la piel.
El descubrimiento de las propiedades mutagénicas de la acroleína no es reciente. Rapaport lo observó ya en 1948 en Drosophila. Se han realizado investigaciones para determinar si el cáncer de pulmón, cuya conexión con el hábito de fumar es indiscutible, podría estar relacionado con la presencia de acroleína en el humo, y si ciertas formas de cáncer del aparato digestivo que se han relacionado con la absorción de aceites para cocinar quemados se deben a la acroleína contenida en dichos aceites. Recientes estudios han demostrado que la acroleína es mutagénica para ciertas células (Drosophila, Salmonella, algas como Dunaliella bioculata) pero no para otras (levaduras tales como Saccharomices cerevisiae). En los casos en que la acroleína es mutagénica para una célula, se observan cambios estructurales en el núcleo similares a los causados por los rayos X en las algas. También produce distintos efectos en la síntesis de ADN por interferencia con ciertas enzimas.
La acroleína inhibe eficazmente la actividad de los cilios de las células bronquiales, cuya misión es mantener limpio el árbol bronquial. Este hecho, sumado a la acción favorecedora de la inflamación, hace muy probable que la acroleína pueda causar lesiones bronquiales crónicas.
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