El acetaldehído es un irritante de las mucosas y ejerce también una acción narcótica general en el sistema nervioso central. A bajas concentraciones causa irritación de ojos, nariz y vías respiratorias superiores, así como catarro bronquial. El contacto prolongado con esta sustancia puede dañar el epitelio de la córnea. A altas concentraciones produce cefalea, estupor, bronquitis y edema pulmonar. Su ingestión causa náuseas, vómitos, diarrea, narcosis e insuficiencia respiratoria, pudiendo producirse la muerte como consecuencia de lesiones renales y degeneración grasa del hígado y del músculo cardíaco. El acetaldehído se produce en la sangre como metabolito del alcohol etílico, y causa enrojecimiento facial, palpitaciones y otros síntomas desagrada- bles. El fármaco Disulfiram (Antabuse) potencia este efecto, como también ocurre con la exposición a cianamida y dimetilformamida. Además de sus efectos agudos, el acetaldehído es un cance- rígeno del grupo 2B; es decir, ha sido clasificado como posible cancerígeno para el ser humano y cancerígeno para animales por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC). El acetaldehído ha provocado aberraciones cromosómicas e intercambio de cromátidas hermanas en varios sistemas de ensayo.
La exposición repetida a los vapores de acetaldehído causa dermatitis y conjuntivitis. En caso de exposición crónica, los síntomas se asemejan a los del alcoholismo crónico, con pérdida de peso, anemia, delirio, alucinaciones visuales y auditivas, deterioro intelectual y trastornos psíquicos.
La exposición repetida a los vapores de acetaldehído causa dermatitis y conjuntivitis. En caso de exposición crónica, los síntomas se asemejan a los del alcoholismo crónico, con pérdida de peso, anemia, delirio, alucinaciones visuales y auditivas, deterioro intelectual y trastornos psíquicos.
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