Las cetonas son sustancias inflamables y las más volátiles de ellas pueden liberar vapores en cantidad suficiente, a temperatura ambiente, como para formar mezclas explosivas con el aire. Aunque la principal vía de absorción durante las exposiciones profesionales es la vía respiratoria, algunas cetonas se absorben fácilmente a través de la piel intacta. Por regla general, las cetonas se excretan con rapidez, en su mayor parte con el aire espirado. Su metabolismo suele realizarse mediante hidroxilación oxidativa, seguida de reducción a alcohol secundario. Las cetonas poseen propiedades narcóticas cuando se inhalan en grandes concentraciones. A concentraciones más bajas pueden provocar náuseas y vómitos y son irritantes para los ojos y el sistema respi- ratorio. Los umbrales de percepción son incluso más bajos. Estos efectos fisiológicos tienden a potenciarse en las cetonas insaturadas y en las más altas de la serie.
Además de deprimir el sistema nervioso central (SNC), la exposición excesiva a cetonas puede también producir efectos en el sistema nervioso periférico, tanto sensoriales como motores. Causa asimismo una irritación moderada de la piel, siendo probablemente la metil-n-amil cetona la más irritante de todas. Acetona. Es muy volátil y puede inhalarse en grandes cantidades cuando se encuentra en altas concentraciones. Pasa a la sangre a través de los pulmones y se difunde por todo el organismo. También se pueden absorber pequeñas cantidades a través de la piel.
Los síntomas típicos que aparecen después de la exposición a acetona consisten en narcosis, ligera irritación de la piel e irrita- ción más pronunciada de las mucosas. La exposición a altas concentraciones produce una sensación de malestar, seguida de colapso progresivo acompañado de estupor, respiración irregular y, finalmente, coma. También pueden aparecer náuseas y vómitos, seguidos en ocasiones por hematemesis. En algunos casos, la presencia de albúmina, hematíes y leucocitos en la orina indica la posibilidad de lesiones renales. Cuando se encuentran niveles altos de urobilina y aparición precoz de bilirrubina, debe pensarse en la posibilidad de alteraciones hepáticas. Cuanto más larga es la exposición, más disminuye la frecuencia respiratoria y el pulso. Estos cambios son más o menos proporcionales a la concentración de acetona. Los casos de intoxicación crónica producidos por la exposición prolongada a pequeñas concentra- ciones de acetona son poco frecuentes; no obstante, en algunos casos de exposición repetida a pequeñas concentraciones, los individuos se quejaron de cefalea, sopor, vértigo, irritación de garganta y tos.
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