La piperidina puede absorberse por vía respiratoria, digestiva o cutánea, produciendo en los animales una respuesta tóxica similar a la de las aminopiridinas. En dosis altas bloquea la conducción ganglionar. En pequeñas dosis provoca estimulación simpática y parasimpática por su efecto en los ganglios. Los síntomas de intoxicación consisten en un aumento de la tensión arterial y del ritmo cardíaco, náuseas, vómitos, salivación, dificultad respiratoria, debilidad muscular, parálisis y convulsiones.
Esta sustancia es altamente inflamable y desprende concentraciones explosivas de vapor a temperatura ambiente normal. Con ella deben adoptarse las mismas precauciones recomendadas para la piridina.
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