El trióxido de antimonio es un veneno sistémico y presenta un riesgo de enfermedad cutánea, aunque su toxicidad es tres veces menor que la del metal. En experimentos prolongados con animales, las ratas expuestas al trióxido de antimonio por inha- lación mostraron una frecuencia elevada de tumores pulmo- nares. En Newcastle, se describió un exceso de muertes por cáncer pulmonar entre los trabajadores empleados en la fusión del antimonio durante más de cuatro años, con una concentra- ción media en el aire de 8 mg/m3. Además de los polvos y los humos de antimonio, los trabajadores estuvieron expuestos a
efluentes de circonio y sosa cáustica. No se han descrito otras experiencias con relación al potencial cancerígeno del trióxido de antimonio. La Conferencia Americana de Higienistas Indus- triales del Gobierno (ACGIH) lo ha clasificado como una sustancia química asociada con procesos industriales sospechosa de inducir cáncer.
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